Es noche cerrada todavía, el despertador acaba de terminar
su cíclico “piiii” , el café espera.
Hoy han decidido fotografiar la Laguna de Taravilla al
amanecer, son las 6:30 y ya están en la calle, una fina lluvia empapa el
parabrisas, se miran y tras una leve sonrisa saben que están dispuestos.
Arranca el vehículo, el ronroneo del motor acompaña en el
pedregoso camino.
Los faros descubren un despistado conejo en la cuneta, el
cual asustado realiza un sprint y desaparece en la oscuridad.
Repasan el mapa, el rumbo, y continúan la marcha, la lluvia
a ratos se hace mas persistente.
Al final del camino, este se abre y deja entrever un
cañizal, tras el cual la masa de agua les aguarda.
Descargan el material, cámaras, trípodes, paraguas y
chubasqueros, y un buen termo con chocolate.
Las primeras luces comienzan a hacer acto de presencia, y
gracias a ellas suben una loma para tener una visión clara de la laguna.
Allí asientan trípodes y colocan sus cámaras, esperando que
la luz tome fuerza y comience el espectáculo.
Se toman diferentes fotos a medida que el amanecer lo inunda
todo.