Llegaron pronto a Ocentejo, atravesaron las nieblas entre pinos, asustaron ciervos en el camino.
Tras estacionar el vehiculo en el pueblo, tomaron rumbo del Hundido. Una fina lluvia intermitente les acompañaría todo el trayecto.
Paredes verticales los flanquean. Observan el río desde un privilegiado mirador aéreo.
En los cuatro kilómetros de recorrido, sin grandes desniveles, disfrutan de los cuchillares, de la cascada de piedra, de los grandes bloques de roca caídos al río, de la gran variedad de plantas, y con suerte, de las aves rapaces que habitan en el lugar.